martes, marzo 02, 2010

UNA MANIOBRA DIFÍCIL





SOLO LO DIFICIL ES ESTIMULANTE


Cuando se cumplen 25 años de la muerte de José Lezama Lima, el "peregrino inmóvil", como él mismo gustó denominarse, que en vida apenas abandonó su casa de La Habana, la ya mítica Trocadero 62 --axis mundi por el que pasaron algunos de los mejores escritores de nuestro tiempo--, no cesa de viajar, secretamente. Su exigencia extrema: "Sólo lo difícil es estimulante --escribió--, sólo la resistencia que nos reta es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento". La voluntad inquebrantable de crear un sistema poético del mundo que no acabara en la obra literaria sino que cambiara la realidad, que la hiciera de nuevo habitable en la poesía, es hoy realidad tangible en una obra que se ofrece al lector que quiera o sea invitado a penetrar en ella como imagen de imágenes, o, en lenguaje lezamiano, como potens, como posibilidad infinita.

En una nota hasta hace muy poco inédita, Lezama escribe: "El alma se da en la sombra", y precisa: "frase oída a un guitarrero cubano". Acudir a Lezama Lima, entrar de nuevo en su obra, es siempre penetrar en la luz a través de la sombra, en la infinita sorpresa, en el asombro, en la fulguración oscura. No importa que lo que leamos sea un poema o un ensayo, una entrevista o una anotación de su diario, una carta o una breve nota en un cuaderno de apuntes. Nada es aquí gratuito; todo parece nacer de una sola realidad, de un universo plenamente coherente cuyo centro y razón de ser es siempre la imagen poética y el espacio vacío que la genera. Su "barroquismo", al que con mayor o menor fortuna suele referirse la crítica al hablar de su obra, es siempre --parafraseando a Antonio Machado-- "ascua de veras". No hay, en realidad, "fuego de artificio"; tampoco hay "obra menor". Hasta la más pequeña anotación cotidiana, cuyo sentido necesariamente hoy se nos escapa, parece integrarse en el corpus de su obra del modo natural con el que se integrara en su vida: como parte preciosa de un todo de progresión infinita en el que la imagen nos lleva.



Música: Carlos Gardel (Adiós Muchachos)

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