sábado, noviembre 19, 2011

LE BLANC ET LE NOIR













El color y la ausencia de color. además de todo lo relacionado con lo que está entre ambos, ha sido uno de los temas a los que he dedicado más tiempo a lo largo de mi vida, lo cual entra dentro de lo imprescindible en la tarea que practico, dormida y despierta.

La influencia de Kandisky "De lo espiritual en el arte" y la antológica que vi en el Guggenheim de NY, me ayudaron a  recapacitar sobre la importancia del color en todos los ámbitos de la vida.

Sin embargo, hasta que fui a Méjico por primera vez no fui consciente de la importancia del color en mi bienestar.

En Méjico, además de guardarme en el bolsillo la impaciencia, aprendí muchas cosas importantes:

Al principio el fuerte color de todo lo que me rodeaba me agredía como puñales, necesitaba cerrar los ojos, me sentía tan mal fisicamente que me quedaba en el hotel intentando relajarme.

Poco a poco accedí a salir, a visitar los mercados, a relacionarme con la gente, tan cariñosa, tan educada y tranquila, tan atenta a mis preguntas, dispuestos a hablarme de su cultura que me dejé conquistar porque entendí el sentido del color en ese clima y esas latitudes.

Visité el Yucatán y en Mérida ya me entregué a Méjico, a sus mariachis, su magnífica comida y a sus encantos, incluido el estridente color al que me integré sin problemas.

Desde entonces, he aprendido a relativizar y me he flexibilizado.
Lo importante es la armonía, formar parte del entorno.

Ejemplo: Cuando iba a Miami, lo hacía a menudo para ver a Prem Rawat, me sentía fuera de lugar, porque allí todas las mujeres son extraordinariamente guapas, presumidas, esbeltas, morenas, atractivas, sofisticadas, glamurosas entre sus edificios deco.
Incluso el encanto de las cubanas con sus curvas bien llevadas, su arrolladora simpatía, sus vestidos de lindos y llamativos colores, sus uñas de varios metros de largo, la seguridad con la que bailan sus cuerpos al son de su musica interior me admiraban, mientras yo, blanca, con cierto sobrepeso, vestida de negro (impensable en pleno Caribe) me sentía apocadita comiendo pollo en salsa de cacahuete...

¡que felicidad llegar a Bilbao y sentirme una mas entre el gris de sus edificios!
¡qué felicidad ver el cielo cubierto de nubes!

Yo creo que ser de Bilbao crea cierta impronta.













music: mattin

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