miércoles, abril 25, 2012

EDWARD HOPPER













No es exactamente sobre Edward Hopper de lo que quiero hablar sino de la belleza que existe en una pintura serena, cotidiana, sin pretensiones, utilizando los elementos cercanos, las luces y las sombras, personajes normales, vidas sencillas, reflejos de nosotros mismos, la ciudad en la vida de cada día...
ahí radica el encanto de la pintura que se mantiene en el tiempo y adquiere poder a través del transcurrir de la vida.

Yo me encuentro ante un espejo de mi misma, de mi esencia, de los episodios de mi vida, de lo agradable que resulta estar en una cafetería, leer un libro en un tren, contemplar el paisaje desde la terraza de mi estudio, ir a la farmacia, estar en mi cuarto vistiéndome tranquilamente, contemplar los regalos que la vida me trae en cada momento para que todas mis necesidades estén cubiertas y agradecer el hecho de tener un techo que me protege del viento, de la lluvia, del sol y del frio.

La pintura en si, insisto en pintura al óleo sobre lienzo, a la pintura de caballete, realista, figurativa y bien ejecutada, me emociona, me penetra hasta muy dentro de mi y aunque yo ya no pinte ni tenga cuadros colgados en el espacio que habito, es una referencia vital de suprema importancia.

No olvidemos que nuestros antepassados reflejaban lo que hacían y veían en las paredes de las cuevas.


Oteiza explica en profundidad la importancia de este tema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario